Sunday, December 22, 2019

2019: La crisis mundial impactó a la región y a Panamá

A escala mundial, el año 2019 siguió la pauta establecida por la crisis del desarrollo capitalista. La tasa de crecimiento económica siguió cayendo y el desarrollo social negativo arroja más familias a las filas de la pobreza. La guerra comercial entre China y EEUU expresa esta crisis en términos geopolíticos. A su vez, la presidencia de Trump es una muestra de la crisis de hegemonía que sacude a EEUU. La pregunta es si el sistema-mundo capitalista está en una crisis terminal (Wallerstein) o si la crisis de hegemonía es del capitalismo norteamericano que espera su sucesor (Arrighi).
En América latina, en 2019, los estudiosos de la política abandonaron sus tesis sobre los ciclos y EEUU continuó interviniendo en los asuntos internos de la región. Washington sacó al presidente Evo Morales de Bolivia mediante un movimiento de los cuarteles, le vendió armas a los gobiernos sometidos a sus políticas como nunca antes y amenazó a Cuba, Venezuela y Nicaragua con invasiones militares. Al mismo tiempo, sin embargo, surgieron gobiernos anti-neoliberales en México y Argentina. El Grupo de Lima y la OEA siguen creando zozobra, bajo el liderazgo de EEUU. A pesar de los malos augurios, los movimientos sociales en la región crearon esperanzas de un nuevo despertar en los países de la región.
En el caso de Panamá, en 2019 el país dio muestras de hundirse cada vez más en una maraña caótica de corrupción cuyo desenlace es impredecible. El sistema se alimenta de la corrupción, fortalecido por las políticas públicas de los últimos 30 años, que generan una creciente inestabilidad social e ingobernabilidad política. La falta de gobernabilidad se acopla a una rápida disminución de la tasa de crecimiento económico en los últimos años. Mientras que entre 2008 y 2011 las tasas de crecimiento del PIB eran de dos dígitos, entre 2016 y 2019 han disminuido a sólo el 3.5 por ciento anual.
En 2019 Panamá celebró elecciones para nuevo Presidente de la República y otros puestos públicos. Al igual que en los últimos 30 años, se impuso una maquinaria que controlan tres partidos políticos. En este caso, ganó por un margen muy pequeño el Partido Revolucionario Democrático (PRD) y su candidato, Laurentino Cortizo. El nuevo mandatario aseguró que pondrá fin a la corrupción. Para poner fin a este flagelo hay que transformar el sistema político y económico. Cortizo no pretende llegar tan lejos. En los seis meses de gobierno han estallado escándalos de corrupción que no son enfrentados.
Incluso, después de dejar la Presidencia (2014-2019), Juan C. Varela, se dieron a conocer sus conversaciones con altos funcionarios comprometiendo su gestión. Las grabaciones hechas públicas fueron bautizadas como los ‘Varelaleaks’. A principios de año fue enjuiciado el presidente anterior (2009-2014), Ricardo Martinelli, quien fue absuelto por razones técnicas de espiar a sus adversarios políticos. En un período de 10 años se cree que el fisco perdió miles de millones de dólares por malos manejos del tesoro nacional. En otra escala, diputados y magistrados de la Corte Suprema de Justicia también son acusados de corrupción. 
En 2019 colapsaron los servicios de salud, el sistema educativo y el aparato de seguridad panameños. Además, los programas ambientales, los tránsitos por el Canal de Panamá y la agro-industria tienen serios problemas que no se quieren solucionar. La Caja de Seguro Social (CSS) que maneja un presupuesto que supera los US$3 mil millones anuales está en quiebra por la corrupción. La falta de planificación en la construcción de centros de salud inoperantes y el pago de servicios que se externalizan, forman parte del engranaje del sistema. Igualmente, la falta de planificación en el sector educación genera despilfarro y más corrupción. A fines de año se produjo la matanza más terrible de la historia panameña cuando 15 reclusos fueron asesinados dentro del centro penitenciario La Joyita. Las autoridades pretenden tomar distancia de la tragedia aduciendo que fue parte de una guerra entre ‘pandillas’.
La deserción escolar aumentó en 2019 y las ‘escuelas rancho’ atienden cada vez más niños. El presupuesto nacional cubre menos las necesidades de la población que, sin planificación, encuentra planteles donde no hay población y población donde no hay escuelas. En el sector salud se desvían recursos que no se destinan a la adquisición de medicamentos, mantenimiento o a la formación de auxiliares. Se criminaliza la pobreza y se hace la vista gorda de los crímenes de ‘cuello blanco’ en el sector financiero.
26 de diciembre de 2019.

Wednesday, December 18, 2019

Hay que recuperar el país destruido por la invasión



20 de diciembre: Día de duelo nacional. Por órdenes del presidente de EEUU, George Bush, hace 30 años, el 20 de diciembre de 1989, las fuerzas armadas de ese país invadieron Panamá causando la muerte de centenares o miles de panameños, en su mayoría civiles, incluyendo muchos niños. Sólo en El Chorrillo, barrio popular de la ciudad de Panamá, los aviones dejaron caer 400 bombas en un área de un kilómetro cuadrado.
El Chorrillo sólo se puede comparar en los anales bélicos con Guernica, en el país Vasco, que sirvió de laboratorio de la Luftwaffe alemana durante la guerra civil española. Sin justificación alguna, EEUU arremetió contra una población indefensa e inocente. Los mandos militares norteamericanos admitieron después que preparaban a sus pilotos y equipos para las guerras del futuro, específicamente Irak.
Para justificar la masacre, EEUU dijo que quería derrocar a un dictador y poner fin al tráfico ilícito de drogas. Además, aseguraron que querían instalar una democracia. Todos sus argumentos eran falsos, sin fundamento alguno. El estratega norteamericano de la invasión, el general Colin Powell, diría que su plan tuvo gran éxito. Consistía en demoler con toda la fuerza a su disposición a cualquier defensa panameña. Powell estaba bien informado que Panamá no contaba con defensas militares para hacerle frente a EEUU.
Los políticos panameños de los partidos tradicionales, cómplices de los crímenes de lesa humanidad, celebraron la invasión mientras tomaban posesión de sus cargos escoltados por tropas norteamericanas. Muchos civiles también festejaron trepándose a los tanques invasores con sus banderas partidistas y la de EEUU. Las celebraciones se daban al mismo tiempo que los hogares panameños vivían el terror de las armas del invasor extranjero.
En la Casa Blanca, Bush y sus asesores esperaban que la muestra de fuerza desmedida (machismo) le daría un empujón en las encuestas de popularidad en su país. El mundo entero condenó la invasión, incluyendo las Naciones Unidos y la Organización de Estados Americanos (OEA). El mismo Bush fue castigado en las elecciones presidenciales que siguieron la invasión. Varios generales norteamericanos que participaron en la invasión confesaron después que no entendieron las razones dadas por la plana mayor para invadir a Panamá.
El internacionalista panameño, Julio Yao, afirma que “la invasión militar norteamericana fue seguida por una  “ocupación (que) duró tres anos, tras la cual EEUU dejó firmados varios acuerdos  anulables, ya que ningún Estado bajo ocupación militar  puede suscribir tratados”. Ningún presidente panameño (ha habido siete) se ha atrevido a denunciar a EEUU por la invasión, acto contrario al derecho internacional y a todos los acuerdos que sostienen los principios de los derechos humanos.
Según Yao, “todos los gobiernos (entre 1990 y 2019) saquearon el tesoro nacional, borraron los estudios de historia y por ende la memoria del pueblo, colaboraron con la invasión, destruyeron la soberanía y empobrecieron a la población, especialmente a los menos favorecidos”. Después de la invasión, Panamá se convirtió en uno de los países con niveles de inequidad más altos del mundo. Los gobernantes, bajo la supervisión de EEUU, aplicaron políticas neoliberales que redistribuyeron las riquezas del país. Antes de la invasión, las dos terceras partes de la producción era destinada a los salarios que recibían los trabajadores. En la actualidad, la relación se ha invertido y los trabajadores sólo reciben la tercera parte de las riquezas que producen
Julio Yao asegura que “los  signos de la invasión están por todas partes. No hay consenso entre sectores amplios de la población sobre la invasión porque las operaciones psicológicas y mediáticas son a largo plazo. Las mismas trazaron una imagen favorable de la invasión, que satanizó al general Noriega, haciéndolo responsable de toda la tragedia.  Muchos todavía piensan que la invasión fue una liberación que nos salvó de una dictadura.  El primero en lanzar esta idea fue el arzobispo de Panamá, monseñor Marcos McGrath”.  Yao enfatiza que “no me lo dijeron. Yo lo escuché porque estuve presente.  Posteriormente, la Iglesia se retractó”.
El pueblo panameño no ha permitido que los gobiernos de turno borren la historia del país. Mucho menos acepta que se escriba una historia que convierta en héroes a los aliados internos del invasor extranjero. El día de duelo nacional tiene que servir para reflexionar y hacer énfasis en la recuperación de los símbolos patrios, así como en los bienes de todos los panameños que fueron privatizados y saqueados.
19 de diciembre de 2019.