Thursday, March 29, 2018

La democracia ‘excluyente’ reservada para una elite


La política en América latina ha sido sacudida por una poderosa ola conservadora que se inició en Honduras el 29 de junio de 2009 con el golpe militar contra el presidente Manuel Zelaya y pocos años después con la destitución parlamentaria del presidente Fernando Lugo en Paraguay. Después siguieron los fraudes electorales en México, el golpe en Brasil y el retroceso en Argentina. Desde el triunfo en la cumbre de presidentes en Mar del Plata (Argentina) en 2005, donde el proyecto del ALCA de EEUU fue engavetado, hasta la reunión en Lima en abril de este año (2018), el escenario ha cambiado radicalmente.
Algunos piensan que la política se comporta como la naturaleza. Sin embargo, no es así. La política no se comporta como las mareas que suben y bajan como resultado de la atracción de la luna sobre los océanos. La política es el resultado de las luchas entre los diferentes sectores sociales que aspiran a proteger o ampliar sus espacios de influencia. A fines del siglo pasado y a principios del presente, la región experimentó una creciente participación popular en la actividad política. Como consecuencia, expresiones políticas progresistas llegaron a dirigir la mitad de los gobiernos de la región con apoyo popular significativo.
Estos gobiernos tenían en sus manos los planes y los proyectos que demandaban los pueblos. Los que no tenían era la capacidad para enfrentar el sabotaje del cual eran víctimas por parte de los sectores más conservadores (oligarquía) y de los intereses de EEUU que veían con recelo todo cambio. Con pocas excepciones, todos negociaron y bajaron sus aspiraciones. En los casos mencionados más arriba fueron eliminados como propuestas políticas. Han sobrevivido – gracias a la movilización popular – los gobiernos de Venezuela y Bolivia. EEUU amenaza al primero con una intervención militar cuyo costo en vidas sería trágica. Al segundo, el Comando Sur de EEUU todavía está estudiando la estrategia para derrotar un pueblo único - con raíces milenarias – que está en el poder.
En el caso de Panamá, en 1989 – después de la invasión militar de EEUU – Washington instaló un régimen al cual le dio la tarea de poner en práctica las políticas neoliberales Significó la de-regulación radical de las políticas publicas, la flexibilización de la fuerza de trabajo (crear una masa de trabajadores informales) y la privatización de todas las empresas públicas. Después de casi 30 años de un régimen excluyente, a pesar de condiciones económicas favorables, la estructura social y económica está en quiebra y el sistema político está a punto de colapsar.
La oligarquía, que se apoderó de los sectores más prósperos de la economía, no tuvo la capacidad de crear un sistema político que integrara y ampliara la base participativa. Al contrario, la política excluyente fue creando un sistema que carecía de los eslabones necesarios para unir a los distintos sectores sociales. Se oficializó el ‘clientelismo’ como fórmula política. Los órganos del Estado y los partidos políticos apenas sirven de pantallas para disimular el poder económico que se encuentra detrás. El debilitamiento del aparato político desnuda la intervención – sin los mediadores clásicos - de los sectores económicos más poderosos.
La cooptación de los sectores populares, concentrados en los sindicatos, gremios profesionales y productores agrícolas, se realiza también sin mediación alguna. La negociación se hace en forma abierta. La lealtad política se convierte en una mercancía. Se compran y se venden las curules, las togas e, incluso, los títulos de dirigentes. Las grandes corporaciones encabezan la ofensiva, con los políticos de los órganos de gobierno e ideólogos de la llamada sociedad civil legalizando cada paso.
Los diputados y ministros de Estado no gobiernan, no legislan y no ejecutan proyectos. Están en manos de los medios de comunicación que sirven de sus voceros en las disputas. El marco de referencia de las peleas no es el país o algún proyecto de nación. Ni siquiera hay un referente ideológico. Los valores conservadores se han vuelto consignas y las propuestas liberales se reducen a la fórmula de dinero. En su momento – después de 1989 – los conservadores levantaron la bandera de la democracia ‘excluyente’ reservada para una elite financiera, blanca y pro-norteamericana. Los liberales – con poco éxito - trataron de complementar la idea dominante con nociones de desarrollo. Tanto liberales como conservadores y sus partidos, se han convertido en cascarones sin eco. Hay dos alternativas. Descubren la salida a la crisis o sucumben a nuevas fuerzas sociales emergentes.
29 de marzo de 2018.

Sunday, March 25, 2018

“Pensamiento crítico panameño”


“Luego de tanta espera, salió la Antología del pensamiento crítico panameño contemporáneo, que forma parte de la colección Antologías del pensamiento social latinoamericano y caribeño del CLACSO”. Así encabeza el profesor de Filosofia, Abdiel Rodríguez, su reseña de la obra que recién fue publicada. “En buena hora contamos con todos estos textos que estaban dispersos, incluso, algunos olvidados”, señala el profesor de la Universidad de Panamá. Los coordinadores de la antología son Marco A. Gandásegui, hijo, Dídimo Castillo y Azael Carrera, investigadores del CELA “Justo Arosemena”. Fueron incluidos en la antología Ricaurte Soler, Juan Antonio Tack, Humberto Ricord, José de Jesús Martínez, Julio Yao, Omar Torrijos, Alfredo Castillero Calvo, Juan Jované,  Ana Elena Porras, Guillermo Castro, Carmen Miró, José Renán Esquivel, Reina Torres de Araúz, Marco A. Gandásegui, h., Armando Fortune, Gerardo Maloney, George Priestley, Julio Manduley, Simeón González, Briseida Allard y Urania Ungo. Rodríguez destaca lo que entienden los coordinadores “por pensamiento crítico: todos aquellos planteamientos que van acompañados de acciones dirigidas a cuestionar o transformar la realidad social”. Los objetivos del pensamiento crítico son, por un lado, cuestionar y, por el otro, transformar. Me detengo en la opinión de Rodríguez sobre uno de los autores en la obra: “La antología empieza con un texto ya clásico del pensador crítico más importante de la segunda mitad del siglo XX, Ricaurte Soler: Panamá: nación y oligarquía (1925-1975). Debe ser lectura obligatoria para aquellos que quieren comprender el Panamá de hoy. En el arco de tiempo estudiado por Soler, la década de 1960 fue decisiva en la historia reciente. El golpe de Estado de 1968 por la Guardia Nacional fue el parte agua. Ese contexto histórico representa lo que es un régimen bonapartista (que) busca la conciliación entre los explotados y explotadores. Para Soler, la Guardia Nacional mantenía cierta autonomía ante la oligarquía, la cual le permitía ser mediadora”.
También destaca el aporte de “Juan Antonio Tack y su ensayo sobre El Canal de Panamá , reivindicativo de la soberanía. El texto recoge la bibliografía concerniente al Canal, es un ejercicio que se debería emular para otros campos de las ciencias sociales y humanidades, para conocer el estado de la cuestión”.  La antología recoge el trabajo de Humberto Ricord, Los clanes de la oligarquía panameña y el golpe militar de 1968, que analiza el golpe militar de 1968, haciendo un análisis de clase (los estratos de la clase capitalista) y crítica a la oligarquía, mostrando sus propias contradicciones, señalándola como “clase anti-nacional”.
Rodríguez se refiere al texto de José de Jesús Martínez, Agudización y negociación de contradicciones, “cuyo ojo reflector se enfoca en la negociación y futuro del Tratado Torrijos-Carter”. La sección sobre ‘El transitismo y dependencia’ lo encabeza un trabajo de Alfredo Castillero Calvo quien “describe las bondades de gozar de una privilegiada posición geográfica en el moderno sistema mundial, que debemos aprender a administrar y ser dueños de nuestro propio destino”. Asimismo el texto de Julio Yao, que denuncia “el transitismo en Panamá que corrió la suerte de ser tomado como fin, y no como medio”. La sección cuenta con un texto de “Guillermo Castro, que desde la historia ambiental explica la forma de organización natural y la interacción con la actividad humana que la modifica, dando como resultado el medio donde vivimos”.
La tercera sección, ‘Democracias, actores y luchas sociales’, según Rodríguez, rompe el silencio que rodea “los nodos problemáticos como  los trabajadores antillanos y obreros del Canal (Fortune, Maloney y Priestley llenan ese espacio). El texto Un proyecto de democracia restringida de Gandásegui es de lectura obligatorio para comprender el entramado de la burguesía rentista que restringió nuestra democracia”. Según Rodríguez, “considerando el título de esta sección, hubiese sido enriquecedor incluir a otros estudiosos de la democracia. El texto de Manduley, El proceso panameño hubiese encajado mejor en la primera sección como crítica a la política económica del proceso torrijista. Los aportes de Allard y Ungo, cumplen aquel adagio de que sin feminismo(s) no hay pensamiento crítico”.
Los aportes al pensamiento crítico de los otros autores incluidos, como Miró, Jované, Porras, Torres y Esquivel, redondean la antología de un período rico en movimientos sociales y luchas nacionales que transformaron el país. El conjunto refleja lo que el pensamiento crítico quería entender mejor para transformarlo. Abdiel Rodríguez es investigador del Centro de Investigaciones de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá.

22 de marzo de 2018.

Wednesday, March 14, 2018

Las conversaciones entre Trump y Kim


El presidente de EEUU, Donald Trump, dejó a todo el mundo, sus pocos partidarios y muchos detractores, con la boca abierta. Trump anunció que aceptaba la invitación del jefe de gobierno norcoreano, Kim Jung-un, para celebrar una reunión de alto nivel. Según los anuncios, el encuentro buscaría soluciones a las diferencia entre ambos países que se remontan a la invasión de EEUU en 1950. Recuerda el viaje histórico a Pekín, en 1972, del presidente de EEUU, Richard Nixon. En las puertas de la Ciudad Prohibida fue recibido por Mao Tse Tung. El mundo cambió, pero no tanto.

Trump y Nixon tienen tres cosas en común. Son políticos arrogantes, son pragmáticos (son negociadores) y aspiran a dejar un legado histórico. Me permitiría agregar otra similitud que no puedo confirmar con hechos: Los dos son asesorados por Henry Kissinger. Nixon falleció hace muchos años y nadie lo recuerda como estadista ni como un buen presidente. Lo recuerdan por el escándalo del Hotel Watergate que le obligó a renunciar a la Presidencia.
Nixon visitó a la República Popular China en febrero de 1972 creando una aureola de popularidad en el electorado norteamericano que le premió por su audacia reeligiéndolo a la Presidencia en noviembre de ese mismo año. Nixon estaba perdiendo la guerra en Vietnam, EEUU entró en una recesión económica y sus perspectivas electorales eran pobres. La visita a Pekín lo salvó. Casi todos los historiadores y analistas coinciden que el celebro tras el golpe maestro fue Henry Kissinger.
El viaje de Trump a Corea del Norte se prepara para mayo de este año. Sólo seis meses antes de las elecciones legislativas que se realizarán en noviembre. En EEUU los políticos ya están celebrando la iniciativa de Trump. ¿Qué tienen en común China y Corea del Norte? Nada. ¡Un momento!, en la propaganda de EEUU, en 1972 China era “una dictadura comunista gobernado por una pandilla de facinerosos”. En la actualidad, la propaganda dice lo mismo de Corea del Norte: “Un régimen comunista que somete a su pueblo a pasar hambrunas”.
Si Nixon ganó las elecciones en 1972 con un viaje al país comunista más poblado del mundo, ¿porqué Trump no puede hacer lo mismo en 2018? La propaganda de EEUU creó un monstruo en 1972, lo mismo ha hecho en 2018 con Corea del Norte.
En 1972 China y EEUU tenían fuertes diferencias. Los comunistas bajo la dirección de Mao le había arrebatado un mercado periférico inmenso a EEUU. Washington estaba decidido a recuperarlo. No pudieron y el dúo Nixon-Kissinger lo entendieron. En 2018 Corea del Norte y EEUU se enfrentan con un lenguaje belicoso. EEUU aspira acabar con el régimen comunista de Kim que ha sido un estorbo para Washington en la región nororiental de Asia desde mediados del siglo pasado. Para sentarse a conversar, Trump insiste en que Corea del Norte debe abandonar su programa nuclear y permitir que EEUU realice inspecciones sobre el terreno en forma permanente. Corea del Norte pide, a cambio, un tratado de paz que ponga fin al estado de guerra que existe desde 1950. Además, exige que EEUU no realice más ejercicios militares con los coreanos del Sur. Entre las demandas norcoreanas también está la evacuación de las bases y tropas norteamericanas de la península coreana. (Una demanda similar a la hecha por Panamá a EEUU en la década de 1970).
Corea del Norte ha dicho que está dispuesta a abandonar su programa nuclear, según anunciaron los surcoreanos, intermediarios en las futuras conversaciones entre Kim y Trump. EEUU, en cambio, no ha dicho que aceptará las demandas de los norcoreanos.

¿Será Trump tan audaz en sus negociaciones como dice ser? ¿Estará Kissinger asesorando al magnate de ‘Manhattan’? El objetivo inmediato de Trump, mas que conversar con los norcoreanos, es llenar el Congreso en Washington con sus partidarios en las elecciones de fines del presente año. Más todavía, quiere asegurar su triunfo en las elecciones presidenciales en 2020.
Trump ganó las primarias del Partido Republicano (julio 2016) y después las elecciones presidenciales (noviembre 2016). Ha tenido una presidencia accidentada con escándalos y errores. Ha sido objeto de ataques por parte del ‘establishment’ de EEUU pocas veces vistas en el pasado. Si gana las elecciones de fines de 2018 y las presidenciales en 2020 se deberá a su audacia. ¿Qué viene después de Corea del Norte? ¿Viajes a Moscú, Teherán y Caracas?
15 de marzo de 2018.

Wednesday, March 7, 2018

Cambio del sistema político



La sociedad panameña pide un cambio del sistema político. Podemos decir que lo mismo ocurre a nivel mundial. Incluso, países con instituciones supuestamente sólidas – como EEUU – pasan por una coyuntura donde los cambios del sistema político están a la orden del día.
Los sistemas políticos siempre están cambiando. Se ajustan y se acomodan a los cambios en las relaciones sociales (formas de producir y distribuir las riquezas). Cuando no pueden ajustarse se transforman. ¿Qué pasa en la transición entre el sistema caduco y la consolidación del nuevo sistema?
En el caso de Panamá, durante la segunda mitad del siglo XX el sistema político pasó por cambios significativos en dos momentos. Primero, el golpe militar de 1968 transformó el orden político, reconoció la nueva realidad social y consolidó una economía que pretendió regular las relaciones entre los productores. El nuevo orden siguió el patrón recomendado por las Naciones Unidas (CEPAL) que promovía el crecimiento económico basado en la ‘sustitución de las importaciones’ y un modelo con una fuerte dosis de planificación. 
El modelo no era novedoso ya que en la mayoría de los países se aplicaba. En Panamá las nociones de ‘nuevo orden’ (regulación) y planificación se enfrentaban a una oposición muy fuerte de los sectores conservadoras (rentistas y especuladores) que contaban con el ‘caudillo’ Arnulfo Arias. Este político no era del gusto de las clases dirigentes (oligarquía) pero sabían que era seguro ganador en cualquier torneo electoral. El conflicto entre liberales y conservadores fue resuelto en 1968 con el golpe militar que introdujo un ‘cambio del sistema político’.
Los liberales y sus aliados - que marchaban sostenidos por las bayonetas de la Guardia Nacional - fracasaron en la consolidación del nuevo sistema político. Bajo la dirección del general Torrijos el pueblo recuperó su plena soberanía sobre el territorio de la Zona del Canal. Sin embargo, no pudo consolidar un nuevo sistema político tanto por las contradicciones en su propio seno, como por la férrea oposición de los conservadores y, también, por la intervención norteamericana. Las dos elecciones convocadas por los militares – para que las facciones de la burguesía compitieran por el poder gubernamental – fracasaron.
Nuevamente, a fines de la década de 1980 se produjo lo que podría llamarse un ‘empate catastrófico’ en el terreno político. A pesar de los logros de Torrijos, sus sucesores no lograron capitalizarlos políticamente. Además, EEUU ya promovía un nuevo modelo de desarrollo que descartaba la planificación y favorecía la desregulación neoliberal. Para desmontar el experimento militar de Noriega, Washington (presidente Bush padre) decidió optar por una invasión armada. EEUU cambió el sistema político y en pocos años instaló un régimen que des-reguló la economía, privatizó el sector estatal y flexibilizó la relación obrero-patronal.
A pesar de la incorporación plena de la economía de tránsito (Canal) a la formación de riquezas a principios del siglo, las elevadas tasas de crecimiento del PIB y el éxito aparente del juego electoral, el sistema político no logra consolidarse. El sistema no goza de credibilidad, no proyecta confianza y ha alcanzado niveles intolerables de corrupción. Todos los sectores sociales hablan y han comenzado a exigir un ‘cambio de sistema’ político. ¿Está Panamá en la puerta de un cambio similar a los ya experimentados en 1968 o 1989?
Todos los elementos que justifican el cambio están presentes. La corrupción, la quiebra del sector productivo y la consolidación en el poder de una oligarquía rentista. Falta el actor que estaba presente en 1968 (liberales y su brazo armado) y en 1989 (conservadores y su brazo armado del Comando Sur). Peor aún, no existe actor (clase social, grupo social o partido político) con una propuesta de  renovación o proyecto de país.
Faltando poco para el torneo electoral de 2019 existe hastío en muchos sectores sociales. Creen que va a ser “más de lo mismo”. Un sector social levanta como bandera una asamblea constituyente originaria. Se sabe que quien convoca la Constituyente la orienta en función de sus propios intereses. Hay tres posibilidades. La primera es que el gobierno (incluyendo los partidos de oposición) la convoquen: Otra vez “más de lo mismo”. La segunda, una fractura en el sistema le permita a sectores nuevos competir por la dominación de la Asamblea. La tercera, el colapso del gobierno le permita a sectores hoy desconocidos asumir el liderazgo y convertir la Asamblea Constituyente en la antesala de un cambio del sistema político.
8 de marzo de 2018.

Thursday, March 1, 2018

¿Cambiará EEUU su estrategia fracasada? (III)


Este es el tercer y último artículo de una serie sobre la gestión del presidente Trump en su primer año en la Casa Blanca. Había cierta incertidumbre con relación a su política frente a América latina. Frente a México y Cuba seguía la línea trazada en función de su política interna: Migración de mano de obra barata mexicana y la cuestión cubana. Con relación a Venezuela, prima el temor en el establishment de perder los ricos yacimientos de petróleo.
Aparentemente todo se aclaró a principios de febrero de 2018 con la gira por la región del secretario de Estado, Rex Tillerson. Preparó una adenda a la Doctrina Monroe en preparación de su visita a cinco capitales de la región. El encargado de dirigir las relaciones exteriores de Washington le dio coherencia a los múltiples ‘tweets’ del presidente Trump. En primer lugar, dejó claro que los principios establecidos por EEUU hace dos siglos, estampados en la Doctrina Monroe, están vigentes: El hemisferio occidental le pertenece a Washington.
Le envió un mensaje a China: EEUU es el único ‘predador’ en la región. Señaló que "América Latina no necesita nuevos poderes imperiales. El modelo de desarrollo que ofrece China es una reminiscencia del pasado. No tiene que ser el futuro de este hemisferio”.
En segundo lugar, Tillerson reivindicó el derecho de EEUU de intervenir militarmente en la región. El llamado ‘poder suave’ de Barak Obama fue engavetado y salió a relucir el ‘poder duro’. “En la historia de Venezuela a menudo son los militares que se dan cuenta de que no pueden servir a los ciudadanos... e intervienen”. Por su lado, el senador Marco Rubio declaró que "el mundo apoyaría a las fuerzas armadas de Venezuela si deciden proteger a las personas y restaurar la democracia mediante la eliminación de un dictador ". 
En tercer lugar, el secretario de Estado reactivó la OEA y logró aprobar una resolución diplomática contra Venezuela. Le dejó al Grupo de Lima la tarea de agitar la consigna de la intervención militar en Venezuela.
EEUU tiene tres planes de contingencia para deshacerse del proceso revolucionario bolivariano. Plan A: Promover un golpe militar desde adentro llamando a un levantamiento del Ejército Bolivariano. Plan B: Movilizar los ejércitos de Colombia, Perú y Brasil (con el apoyo logístico de Panamá, Holanda y Argentina) para copar las fronteras venezolanas. Plan C: Lanzar a las fuerzas aéreas, navales y terrestres del Comando Sur en un ataque ‘total’ contra Venezuela.
En Colombia EEUU tiene nueve bases preparadas para atacar. Hay dos bases militares del Comando Sur en las comunidades de Vichada y Leticia, en el Amazonas. Estas forman un arco con las de Palanquero y Tolemaida (altiplano). Otras en Malambo, (costa atlántica), Apiay y Larandia, (llanuras orientales), Saravena, (en el río Arauca) y por último, en la Bahía Málaga (costa del Pacífico). Además, en el cerco hay tropas de asalto de EEUU en Aruba y Curazao, que opera con la base de Palmerola,  Honduras.
En la década de 1970, EEUU aplicó el Plan A en Chile, derrocando el gobierno de la Unidad Popular y asesinando al presidente Allende. En la década de 1980, activó el Plan C y el Comando Sur invadió a Panamá poniendo fin al régimen militar del general Noriega. En el siglo XXI introdujo una modalidad nueva dando ‘golpes’ parlamentarios en Paraguay y Brasil.
Tillerson mostró todas las cartas que tiene en la mano el presidente Trump en su juego con América latina. Por un lado, la decisión de intervenir, incluso usando la fuerza militar para proteger sus intereses estratégicos (energía). Por el otro, rechazar las intenciones de Pekín de establecer una relación comercial dominante con América latina. Sin embargo, a Tillerson le faltó presentar la otra mitad de la ecuación: ¿Qué ofrece EEUU a cambio? Las oligarquías latinoamericanas dependen de Washington para mantenerse en el poder. En los últimos 200 años exportan mano de obra barata y materias primas al mercado norteamericano y, en cambio, reciben armas y asesoría militar.
En Texas, el secretario de Estado ofreció los valores que supuestamente comparte EEUU con la región. No serán suficientes. Las oligarquías de la región tienen que negociar con los otros sectores sociales que también tienen intereses. Todo indica que las relaciones entre ambas regiones se encuentran en una encrucijada: ¿Aprovechará China la coyuntura? ¿Aprovechará América latina la oportunidad para independizarse? ¿Cambiará EEUU su crónica de una estrategia fracasada?
1 de marzo de 2018.