La situación de Nicaragua es complicada
por los intereses de clase que están en juego. Es aún más complicada por la
falta de información.
¿Qué sabemos?
Nicaragua es, en gran parte, un país de
producción agropecuaria.
Sobre la base de esta realidad, a lo
largo del siglo XIX, se estructuró y creció una clase con tendencias oligarcas
que se apoderó de las instituciones de gobierno (políticas, militares,
ideológicas). La combinación de la propiedad de la tierra y el control de los
aparatos de gobierno parecieron darle a la oligarquía una posición
inexpugnable.
Al mismo tiempo, creció una masa de
trabajadores sin tierra que fue migrando a las ciudades a ocupar empleos de
servicios. En el campo la población no recibía servicios públicos y en las
ciudades lograba tener acceso a un mínimo de educación y servicios de
salud.
La debilidad económica del país no
lograba generar un excedente que llegara en forma significativa a sectores
diferenciados (transitorios). Es decir, a una clase obrera, a profesionales,
técnicos y educadores (la llamada clase media o sociedad civil). Tampoco le
daba a la oligarquía la solvencia económica para neutralizar a los sectores
inconformes y rebeldes. El control político lo ejercía un 'clan', el ejército
lo manejaba una familia y los aparatos ideológicos (Iglesia, educación,
medios de comunicación) estaban en pocas manos.
Sobre esta base, los movimientos
sociales sólo podían ser neutralizados mediante la represión violenta. Las
pugnas familiares entre conservadores y liberales eran interrumpidas, en el
siglo XX, por insurrecciones como el alzamiento del Ejército de Hombres Libres,
liderado por Sandino, y una generación más tarde por el FSLN, fundado por
Carlos Fonseca.
La oligarquía requería el apoyo
político y militar de la potencia norteamericana para enfrentar a los
campesinos y trabajadores. En la década de 1970 el FSLN, compuesto por jóvenes
guerrilleros (entre 16 y 25 años de edad) del campo y de la ciudad logró romper
la pasividad de la población y quiebra la unidad interna de la
oligarquía.
El triunfo del FSLN en 1979 fue gracias
a las tácticas militares de sus columnas, pero aún más por la estrategia
política de sus tres mandos. Por un lado, los gobernantes se relajaron,
dentro de la Iglesia surgieron voces contestatarias y en EEUU se cansaron de
seguir apoyando la ineptitud de 'nuestro hijo de puta'.
En la década de 1980 EEUU decidió poner
fin al diálogo con los jóvenes sandinistas y desataron una contra-ofensiva que utilizó
a los países vecinos como cohortes. Agotados, los sandinistas entregaron el
poder político en 1990 a las corrientes neoliberales, entre los cuales
habían muchos que habían simpatizado con los sandinistas durante la gesta
revolucionaria e, incluso, durante los diez años de gobierno. A pesar del apoyo
de EEUU - o quizás por eso mismo - los tres gobiernos neo-liberales -
resultaron desastrosos. Los niveles de vida cayeron y, peor aún, el pueblo
sintió que quienes gobernaban eran más de la vieja oligarquía.
El FSLN regresó al poder en 2007 con
Daniel Ortega (comandante revolucionario de la vieja guardia) a la cabeza. Puso
en efecto una política bicéfala para evitar los supuestos errores del pasado.
Por un lado, con apoyo externo (que no incluía a EEUU) armó un programa
económico 'asistencialista' que mejoró los niveles de vida de los
nicargaüenses. Por el otro, puso en marcha un plan político de alianzas con
sectores importantes de la vieja oligarquía y de la Iglesia.
En pocos años, Nicaragua logró consolidar
la paz social en las comunidades del país y callar a la oposición oligarca.
Incluso, EEUU se sintió complacida con el comportamiento del antiguo enemigo
sandinista logrando que se subordinara a las políticas neoliberales de las
agencias financieras. Se sentía incómodo, sin embargo, con los saludos
fraternales del gobierno sandinista hacia cubanos, venezolanos e, incluso,
ecuatorianos y bolivianos.
EEUU mantenía relaciones con los
empresarios y la Iglesia, incursionaba con programas dentro del Ejército y
desarrollaba programas de indoctrinación entre los jóvenes conservadores y las
universidades. Anualmente el Congreso aprobaba subvenciones millonarias para
mantener su influencia en los sectores que no se consideraban sandinistas.
Incluso, coqueteaba con los sandinistas que se habían separado de la corriente
que encabezaba Ortega.
El 16 de abril de 2018 se produce una
protesta de los jubilados quienes veían como un decreto presidencial les
cortaba un porcentaje de sus pensiones. En forma desordenada gremios
empresariales, Iglesia católica y jóvenes conservadores reaccionan defendiendo
los jubilados y atacando la legitimidad del gobierno. Ortega supuso que la
embestida sería muy corta, pero se encontró con la sorpresa que a pesar de la
desorganización de la oposición, cuenta con recursos externos para movilizar
gente en el país.
Después de tres meses de
enfrentamientos la balanza se inclina a favor del gobierno de Ortega y las
organizaciones populares del FSLN. En esta coyuntura Washington se pronunció
oficialmente a través de un comunicado de la Casa Blanca: EEUU apoya a los
sectores de la oligarquía junto con la juventud conservadora y les asigna
nuevos fondos para seguir desestabilizando al gobierno del FSLN. Acusa a los
sandinistas de reprimir a los grupos financiados por EEUU. Decide aplicar
sanciones contra funcionarios del gobierno. La táctica es una copia de sus
políticas aplicadas en Venezuela, Libia y Siria (incluso Ucrania).
Hasta este momento se observa que el
FSLN está intacto. Su base social en el campo y en las ciudades ha soportado la
embestida de la oligarquía. El futuro esta en manos de ese pueblo que luchó por
el ideario de Sandino. Ortega le toca probar su capacidad como dirigente de un
pueblo que está en lucha.
Un comentario adicional: He leído los
comentarios de muchos amigos de la Revolucion sandinista de la década de 1970
que quieren regresar a la gloria de los combates de Masaya y tantas otras.
Sugiero que se informen sobre lo que ha
pasado en los últimos 40 años. Si echan de menos a los comandantes
guerrilleros, recuerden que es el pueblo sandinista que está luchando en todo
el país por Nicaragua y las futuras generaciones de ese país heroico. El
nicaragüense no quiere la guerra, quiere una Nicaragua libre de oligarcas y
lacayos de senadores norteamericanos
09 de agosto de 2018
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