En un reciente informe sobre la educación en Panamá, El estado de las políticas públicas docentes, una
organización norteamericana (Dialogo Interamericano, Washington) y otra
panameña (Unidos por la Educación) presentaron sus resultados que no son muy
buenos. Al contrario muestran un estancamiento del sistema que representa
serios peligros para el futuro del país.
El estudio no es muy claro
sobre sus objetivos. Tampoco presenta metas que no sean cuantitativas. Pero
presenta preguntas básicas que deben ser objeto de estudio y respuestas. En
primer lugar, ¿porqué Panamá se encuentra en un estado de estancamiento en el
sector educativo, a pesar del crecimiento económico? En segundo lugar, ¿porqué
no existe una visión de la educación para el futuro que no supera las mismas
propuestas de siempre: crecimiento económico y globalización?
Según el Tercer Estudio
Regional Comparativo y Explicativo (TERCE) de la UNESCO, el nivel de la
educación en Panamá está por debajo del promedio de la región. La gran mayoría
de los estudiantes panameños se ubica entre los dos niveles más básicos, con
muy pocos alumnos en los niveles más avanzados. Entre las cifras más llamativas
del TERCE se resalta que en el caso de los niños llegando al tercer grado, casi
un tercio no puede escribir, casi la mitad no puede leer y más de 60% no tiene
el nivel adecuado de conocimientos matemáticos. Los países con mayor PIB per
cápita normalmente muestran mejores logros académicos. Panamá aparece como una
excepción con logros muy por debajo de lo esperado en relación con los ingresos
del país.
Hay diferencias marcadas entre distintas regiones
geográficas del país. Las áreas rurales y las comarcas indígenas, en
particular, muestran resultados inferiores entre 10% y 50% por debajo del
promedio nacional en casi todas estas evaluaciones. Estas brechas, indicativas
de desigualdades en la calidad de la oferta educativa, tienen implicaciones
graves para la equidad, la inclusión social y la economía nacional. Muchas de
las disparidades están relacionadas con diferencias económicas. La riqueza está
concentrada inadecuadamente y esto afecta la distribución de recursos
educativos. Esta realidad se refleja tanto en los insumos educativos (acceso a
agua potable, Internet y docentes calificados) como en los resultados
académicos (las tasas de alfabetización, matrícula y egreso).
Los casos de la población originaria de las comarcas
de las provincias Bocas del Toro y Darién son preocupantes. Representa 12.3% de
la población y casi 90% vive en pobreza. Muchas de sus escuelas primarias no
tienen agua potable, mucho menos, cuentan con acceso al Internet. Estas poblaciones
tienen menos años de escolaridad y grandes discrepancias en cuanto a acceso a
la educación con relación al género, fenómeno que no se observa en el resto del
país. Las disparidades presentadas reflejan evidentes problemas de equidad y
calidad.
Según el estudio, “un creciente número de estudios
indica que el factor primordial es la calidad de la formación del personal
docente. Una buena educación depende del aprendizaje. El aprendizaje depende de
la enseñanza”. El problema de fondo gira en torno a la concepción de que Panamá es “un centro logístico
regional y global con tres cuartos de la producción nacional proveniente del
sector servicios, orientado en gran medida al ámbito internacional. La mayoría
de requerimientos del mercado laboral se encuentran vinculados al sector
servicios y requieren relativamente altos niveles de educación”. Aquí radica el
problema: La concepción que tenemos del país. No consideramos la realidad en
forma incluyente. Los que no es útil para la ‘globalización’ es descartado.
“Panamá necesita poder contar con un sistema educativo de calidad que sirva
para preparar a todos, en participación productiva y en términos de
construcción de una sociedad incluyente basada en la práctica de valores”.
Este es el reto. Las políticas educativas sólo
pueden cambiar si cambia la estructura social y económica. No se puede seguir
privilegiando el monopolio del sector servicios sobre el país. Hay que
diversificar las actividades productivas en el país. Los gobiernos y los
partidos políticos insisten en ir por el camino que ha demostrado ser el
equivocado. No hay propuestas para construir el país que quieren y necesitan
los panameños. Se puede comenzar teniendo en mente la formación de las futuras
generaciones. Panamá necesita hombres y mujeres que produzcan riquezas para el
bienestar de todos. Para ello necesita un sistema de educación incluyente, que
prepare a nuestros hijos y nietos para insertarse en un proyecto de desarrollo
nacional.
23 de agosto de 2018.
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